Mario Capasso
El día que ganamos el mundial de Brasil 2014, en medio de la satisfacción generalizada, el sector del botín involucrado en el taquito que terminó con la pelota colándose en un ángulo del arco rival, nunca fue encontrado. La búsqueda se estiró tanto como los festejos en el interior del país profundo y pasó a formar parte de una terapia a la que muchos adhirieron con un claro propósito final, consistente en localizar una de las reliquias que sembraron con gramilla y gloria la jornada, transformada en inolvidable por obra y gracia de una pelota, once en cancha y millones palpitando al unísono.